martes, 14 de julio de 2009

DARK DUSK 6


DARK DUSK.

Al capitán Cabrera le llamaban, nunca ante su respetada presencia, capitán Castro, o, en última instancia y si el suboficial de turno estaba harto de sus gritos, maldito comunista bastardo. Todo eso era debido a sus orígenes cubanos. Qué cómo un hijo de un ruso y una linda cubana había prosperado tanto en la América de aquella época era algo que sólo él sabía, y sólo él sabía todo lo que había tenido que tragar.

Lo que al capitán Cabrera le molestaba aquella calurosa mañana no era la monumental resaca que le acompañaba desde el amanecer, y tampoco era esa sensación de nostalgia que siempre le invadía cuando llegaba el verano y el recuerdo de su tierra y cuando, sobretodo, las locas noches del Tropicana y los tersos músculos de un inocente mulato hacían mella en su memoria.
No le molestaba no acordarse de lo acontecido la noche anterior, porque eso quería decir que había sido una gran noche. Lo que de verdad le molestaba al capitán Cabrera era la llamada que había recibido a primera hora de la mañana, y es que una llamada a primera hora siempre deparaba malas noticias, sobretodo si es el alcalde el que te despierta.

Había leído por encima, muy por encima, el informe de Foley, y la verdad es que ahí no había mucho que rascar. Foley nunca había tenido muchas luces a la hora de redactar informes, y estaba seguro de que acabaría sus días detrás de una mesa, engordando a base de donuts y haciendo “trabajos de oficina”.
Un muerto, el tal McCoist, un par de sospechosos, un interrogatorio deficiente del que no se deslumbraba nada interesante…un caso de mierda más en esta ciudad asquerosa, un caso de mierda más que ya estaría en el fondo del cajón dejando paso a cosas más importantes, como algún alijo gordo de coca o alguna banda de falsificadores de billetes pequeños, cosas, casos, de los que sacar tajada. Y ese informe estaría en el fondo del cajón si no fuera por la estúpida llamada del estúpido alcalde que informaba al Capitán Cabrera, Castro para la gente de la comisaría, maldito comunista bastardo, en última instancia, que el tal Albert McCoist, escocés, 43 años, era ni más ni menos, que el hermanastro de James A. Cougar, otrora dueño de los Raiders de Oakland, a parte de ser el mandamás en el mundo de las apuestas ilegales, como toda la ciudad, el capitán Cabrera y el alcalde también, ya sabían.

5 comentarios:

daaxe dijo...

Vaya con McCoist, resulta que estaba metido en el mundo del hampa hasta las cejas ¿cómo afectará esto a Barry y su grupo? ¿lo sabrían o les estaba timando? Desde luego la cosa no hace más que complicarse...

PD: Little, supongo que son 'apuestas ilegales', no 'puestas ilegales' ¿no?

ALUD ROMERA dijo...

Bravo, bravo, bravo...

Me ha gustado mucho.

TROY MCCLURE dijo...

Esto es una madeja de la que cada vez es más complicado salir, jajajaja, me encanta el capitán Cabrera, con esas raíces la vida no debe haberlo tratado muy bien.

Robert Parr dijo...

Madeja? Esto acaba de empezar Troy!! Relajate y disfruta, que para hacer cargarnos a todo Dios cual John Boyne de pacotilla siempre estamos a tiempo.

little caesar dijo...

Eh, como me pone la almudena cid...