lunes, 3 de agosto de 2009

DARK DUSK: CAPÍTULO 9


– ¿Nnrr? ¡¡Mmmfff!!

Mierda, joder. ¿Pero donde coño estoy? Está todo oscuro, huele fatal, tengo la espalda helada y un dolor de cabeza bastante jodido, eso sin contar que no puedo hablar y que tengo las piernas inmovilizadas y las muñecas esposadas a la espalda. Por el ruido del motor y el traqueteo, parece el maletero de un coche. Y para colmo puedo oír a Barry destrozando una de nuestras baladas, “Wild Children”.

Venga, piensa J.D. ¿Como coño has acabado así? ¿Qué es lo último que recuerdas?

Estaba con Duck y Mike en la fiesta post-concierto que organizó Al en su garito; Barry ya se había largado con esa preciosidad, Cathy. Puto cabrón con suerte. Yo había bebido tres cervezas, lo que hacen dos más de mi límite habitual, pero al fin y al cabo quería despedirme de los chicos a lo grande, aunque ellos no sabían de que iba la cosa todavía y bromeaban preguntando que había pasado con Julián “The One”. El caso es que quería hablar con McCoist primero para decirle que lo dejaba, que el concierto en el Stork sería el último y que empezara a buscar un nuevo batería. La fama nos estaba alcanzando y eso podía ser peligroso. Puta suerte la mía...

Pregunté por Al en la barra y me dijeron que estaba en su despacho, así que deje a los otros con unas chavalas y subí a buscarlo. La puerta estaba cerrada, pero entré sin llamar. Lo que vi en ese momento me dejo petrificado. Al estaba echado de cintura para arriba sobre su escritorio, con los brazos extendidos y la cara llena de sangre. De pie a ambos lados del gordo se encontraban dos tipos que parecían al menos tan sorprendidos como yo. Antes de que pudiera siquiera tomar aliento el tipo que estaba a mi izquierda, que parecía el protagonista de “Commando” enfundado en un traje de mil dolares, se abalanzó sobre mi. Con un solo movimiento recorrió los cuatro metros que nos separaban mientras recogía un vaso de whisky de la mesa de Al y lo estampaba con brutalidad contra mi sien. Mientras caía en la inconsciencia, puede oír como me decía “Te ha tocado, amigo” y vi como la cara de niño de su compañero me dedicaba una perversa sonrisa.

Bueno, basta ya de pensar, es hora de actuar. Llevo años preparándome para un situación así, y por mucho que me joda haber caído tan fácilmente, ahora la prioridad es escapar. Me han quitado la navaja suiza del bolsillo, pero parece que han pasado por alto la ganzúa para esposas que llevo en el dobladillo de la cintura del pantalón. O no conocen los trucos clásicos o tenían mucha prisa por meterme aquí. Bueno, las esposas se han abierto fácilmente. Me quito la mordaza y me libero los tobillos. Junto a mi hay amontonadas varias bolsas de hielo, cubriendo lo que me temo que es el cadáver de McCoist. Pobre diablo, en que lío me has metido. El maletero es bastante grande, típico de un coche americano de los sesenta, y parece que no se puede abrir por dentro. Buena señal, en caso contrario seguro que lo habrían cerrado con llave, pero así tengo una buena oportunidad. Saco la cuchilla de afeitar que siempre guardo en la suela de mi zapatilla. Respiro hondo y la utilizo para rajar la tapicería del portón del maletero por donde calculo que estará la varilla del cerrojo. En este momento acaba “Wild Children” y empieza mi favorita, “Over you”, la más cañera del LP. Noto como los bastardos suben el volumen y doy gracias al cielo por los solos de batería.

Llega el momento más delicado; he de abrir el maletero y salir de aquí antes de que lleguemos a donde quiera que sea nuestro destino y sin que los cabrones que me han cogido se den cuenta. ¿Me prestas el cinturón, Al? Muchas gracias, colega. Busco un punto en la estructura del portón que ha quedado al descubierto por donde pasarlo de manera que se quede bien sujeto y con la otra mano forcejeo con la varilla. ¡Bingo! Se abre, aunque no dejo que suba más que un par de centímetros. Utilizo el trozo de tapicería que he cortado y la cinta aislante que me sujetaba los tobillos para tapar la cerradura, de modo que no se pueda volver a cerrar ni haga ruido al pasar por algún bache. Ato a la pierna de Al el otro extremo del cinturón, y compruebo que su peso impide que se abra solo el maletero.

Estoy totalmente acojonado, pero no tengo más remedio que abrir con cuidado lo suficiente como para escurrirme sin que me vean y esperar que mi improvisado mecanismo mantenga la ilusión de cierre. Justo cuando estoy a punto de hacerlo decido coger la cartera de Al. La mía se ha quedado en mi chaqueta y no pienso dejarme ver hasta que sepa que coño está pasando aquí. La canción está llegando al clímax, el coche se inclina al girar una esquina. No lo pienso más y salto.


¡Lo hice! Después de rodar un poco por el asfalto me giro para ver si frenan. El maletero del Cadillac de Al parece cerrado desde aquí cuando lo veo girar la esquina. No hay tiempo que perder. Me incorporo y hecho a correr como solo lo había hecho una vez en mi vida, aquella vez. Estoy cerca de la bahía, en un barrio bastante chungo, casi no quedan farolas sanas. Encuentro un portal abierto y subo hasta la azotea. Parece increíble, pero por un momento me detengo a admirar las vistas del puente iluminado. Está tan cerca que casi lo puedo tocar.

Olvida eso, concentrate. No conozco a nadie en la ciudad, ¿cómo voy a salir de esta? Me agazapo entre las sombras y registro la cartera de McCoist en busca de efectivo. Llevaba unos trescientos, el cabronazo. Por lo demás, el carné de conducir, unas cuantas tarjetas de visita y algo de plástico. Entre las tarjetas también hay un papel doblado. Está lleno de nombres de chicas, teléfonos y direcciones. Estoy a punto de deshacerme de todo lanzándolo al agua cuando distingo un nombre entre los demás: Cathy.

6 comentarios:

Robert Parr dijo...

Así que los verdaderos asesinos de McCoist fueron Pet y mi tocallo. Eso significa que había dos personas diferentes interesadas en cargarse al bueno de Al... ¿O es Pet un alias del Sr. Meyers? Bueno, al menos tenemos nombre para "el batería hispano": J.D.

little caesar dijo...

Bien por "the one", al más puro estilo mcGyver.

Bueno, bueno, parece que vamos concretando.

Creo que tengo que volver a leérmelo todo desde el principio para poder continuar, ja ja ja.

TROY MCCLURE dijo...

¿Me toca a mi no? Yo, igual que Little ya me he perdido, jajajaja.
Este Julián the one tiene mas recursos que el de Prison Break. No tengo ni puta idea de cómo seguir.

daaxe dijo...

Bueno Bob, yo no estaría tan seguro de que Pet y Bob sean los asesinos. Puede que llegaran por otros motivos justo antes de que entrara J.D. y no quisieran que les delatara, puede que sean "los de la limpieza", puede que incluso fueran los encargados de protegerlo y quieran tapar su cagada. O puede que se lo hayan cargado ellos, claro. Lo que esta claro es que Al tenía muchos admiradores...

Por otro lado, no creo que Pet y Meyers sean la misma persona, tengo la impresión de que en ese caso Julián le habría reconocido ¿no?

Robert Parr dijo...

Ostia, Daaxe, es cierto! Efectifamente, si huviera sido así J.D. no estaría en el maletero con un golpe en la sien.
Estamos dando demasiadas cosas por sentado. Qué esta sucediendo solo depende de la imaginación de la sieguiente persona a la que le toque escribir...
Troy, Little, no os descolgueis del tema. Esto está cada vez más entretenido.

ALUD ROMERA dijo...

Me parece que con el comienzo de las fiestas el tema se va a quedar un poco parado, jejeje, yo no prometo nada...
Cuando lo he leído yo también he pensado ¿Qué coño hacen Pet y BOb ahí? pero está claro que le han cargado el muerto a JD, tanto si "The one" sigue en el maletero, como si no... Ahora a Julian se le estan acabando los sitios a los que huir.