viernes, 23 de marzo de 2018

BANDERAS AJADAS

Este extraño país en el que habito, puede presumir de ser el segundo más montañoso de Europa sin contar con ningún pico de reseñable altura. Extrañas sus gentes, que como yo, contamos con un carácter, unas formas de hacer y de actuar que descolocan a cualquier observador ajeno a la tierra que nos ocupa.

Individualistas hasta la médula quizá por herencia teutona, transmitida por los Habsburgo en los doscientos años que rigieron el destino de España. Sin duda, los más brillantes de nuestra historia. También es muy posible que no sea "culpa" de los Habsburgo y esté aplicando otra de nuestras costumbres más arraigadas y que forman parte de la genética Hispánica. Echar la culpa a los demás.

Desde mi punto de vista los Austrias nos hicieron mucho menos daño que los Borbones posteriores, que nos dejaron un legado mucho más pernicioso y que sigue estando latente en nuestra sociedad. Nuestro genuino sentimiento de inferioridad, nuestra percepción de nosotros mismos como incultos y paletos, y esto que digo se puede probar fácilmente al lector. El lector pensará que él no es inculto, ni paleto (individualista), pero si por un segundo piensa en su vecino (ese sí que es un paleto), su cuñado (inculto) o cualquier otro ya sea de su entorno o que aparezca por televisión (inculto y paleto).

Por estos motivos atrás descritos, a veces, y solo a veces, a mí también me sorprenden   nuestras reacciones. En ocasiones somos capaces de actuar unidos para respaldar una causa, no necesariamente buena. Millones de españoles han acudido juntos, movidos por un sentimiento de autodestrucción, a votar al PP. Pero dejemos esto de lado. Uno se acostumbra a cualquier cosa. Estos últimos meses se llevó a cabo una, se dijo que espontánea, especie de comunión patriótica. Todo el mundo se sintió de repente superespañol. Hasta yo. No había más remedio. Se vivió una situación de conmigo o contra mí. España no podía permitirse indecisos. España quería que todos sus hijos dieran una auténtica lección a la díscola Cataluña.

Yo soy español, español, español...


Personalmente no me dejé arrastrar por la locura del momento hasta ese punto, me negué a ir más allá de mi modesto apoyo moral. No así una gran parte de mis vecinos, y de los vecinos de mi pueblo, y de los vecinos de Valencia y, supongo, los vecinos de cualquier rincón de España. De repente nos regalaron generosamente con los colores patrios, ni un balcón sin la bandera de España, ni una ventana sin nuestra enseña, España ondeando al albur del viento, roleando al capricho de Eolo.

Varios meses después se vuelve a demostrar nuestro carácter nacional. Ahí siguen las banderas. ¡Con dos cojones!. Perdido todo lustre, azotadas por crueles ráfagas de aire frío y lluvia, ajadas ya, por las inclemencias, quemadas por el sol. Olvidadas, abandonadas, ignoradas. Cumplida su función ya no importan, no son nada. Triste recordatorio de nuestro trato a la patria. Enarbolada con pasión y pisoteada al instante siguiente, según convenga.

Y cuando se rompa se va al chino y se compra otra



3 comentarios:

Unknown dijo...

Las banderas de España son las nuevas luces de Navidad. Qué recuerdos volver a entrar en EL MEJOR BLOG DE LA PUTA HISTORIA

ALUD ROMERA dijo...

Es cierto, cuelgan de los balcones como un papa noel cualquiera.

daaxe dijo...

¡Si que ha sido grave lo de Cataluña que incluso ha resucitado el blog!

Gracias Alud, a ver si conseguimos que dure más que la última resurrección.

En cuanto al tema del artículo, estoy bastante de acuerdo, aunque no puedo disimular mi alegría de ver las banderas por los balcones. En mis ya muchos años jamás había visto tal demostración de orgullo nacional, ni cuando se ganó el mundial de furgol, oiga.

Eso si, me da un poco de penilla ver como se van deshaciendo las enseñas... aunque bien pensado seguro que a otros les alegra, así disfrutamos todos por turnos en alegre armonía.

Diversión con banderas y tal.