viernes, 13 de mayo de 2011

DE COMO EL ESPÍRITU DE SUPERACIÓN Y LA CAPACIDAD DE SUFRIMIENTO, FORJARON MI CARACTER O, EL ENANO

Esa mañana, mis robustos gemelos me hicieron albergar falsas esperanzas. Con la inocencia propia de quien ignora su fatal destino acudí a la cita en la que, sin saberlo, me jugaría la vida, una vez más.
Para la ocasión me prestaron una montura gran reserva. Un hierro amarillo con más años de mili que Franco de caudillo. Para manejarlo correctamente habría necesitado más horas de instrucción que un piloto de combate, pero a los cinco minutos del préstamo ya andaba yo, por ahí, dando pedales.
A cada cambio de marcha, le seguía un sonido insoportable, que obligaba a cualquier viandante que se encontrase a menos de cien metros a la redonda a girarse y mirar en mi dirección. Los complejos engranajes de tan venerable herramienta parecían estar al borde de la muerte y así me lo hacían saber cada vez que se me ocurría forzarlos a cambiar de posición. Más fácil me habría resultado azotarlos con una fusta o picarlos con unas buenas espuelas.
Quisieron los dioses que, a pesar de las dificultades y, gracias al ímpetu de mi juventud, que ya voy dejando atrás, fuese avanzando por polvorientos caminos, poniendo demasiada distancia entre mi ser y mi hogar. Cosa, que habría de pasarme factura, del modo más vergonzante al que jamás nadie hubo de enfrentarse.

¡Vaya pedazo de burra!

Mis compañeros de viaje, aquellos que me invitaron a una "bucólica" jornada, marchaban, indefectiblemente, entre cien y doscientos metros por delante de mi. En ocasiones, se ponían a mi altura y preguntaban: "¿Vas bien?", yo, con el hígado en la boca, siempre contestaba que no, pero aún así no cambiábamos el sentido de la marcha.
Fue frustrante para un hombre como yo, recio, alto, fuerte, de constitución hercúlea y que en esa ocasión rondaba los cien kilos de peso, el no poder plasmar mi superioridad física en una cadencia de pedaleo que me permitiese estar a la altura de Sister y Edison, o porqué no, superarlos ampliamente.
Después de aproximadamente trece kilómetros en sentido Ribarroja, paramos a beber agua y a ver como andaban los ánimos. Yo, expuse de nuevo mis motivos para regresar, pero resultaron inútiles, así que recurrí al comodín "suegra", se hacía tarde y comía en su casa. Fue en vano, no atendían a razones, y yo, que soy tan perseverante que prefiero la muerte a rendirme, me disponía a continuar cuando un ángel puso en mi boca lo que sería mi salvación. Sentí la imperiosa necesidad de expulsar líquidos en forma de salivazo, y esa necesidad se convirtió, con la naturalidad que siempre acompaña a los hombres, cuando no hay mujeres cerca, en una realidad verde, espesa, cuasi humeante y ... ¡sangrante!
Ante aquella prueba material de que había tocado fondo, los convencí para que emprendiésemos el regreso. La parte interna de mi cara se resintió durante semanas del bocado que acababa de propinarme, pero valió la pena, regresábamos a casa.
Ni Ulises en sus veinte años de odisea sufrió tantos percances como yo para recorrer los trece kilómetros de mierda que restaban.

Cuando las cosas son viejas, es natural que sufran averías, es lo que pasa con los electrodomésticos justo cuando se les acaba la garantía. Las bicicletas, no son diferentes. Y esta ley inquebrantable volvió a ponerse de manifiesto justo en ese momento, cuando volvíamos a casa.
Mi calamitoso estado físico me hizo olvidar las recomendaciones que debía seguir para evitar que mi bici se convirtiese en un puto gremlin. A saber; No cambiar de plato bajo ninguna circunstancia; No subir al piñón grande, ni bajar al pequeño; No beber agua sin bajarme de la bici; El cambio, para arriba más duro, para abajo más suave. Como podéis ver, un puto lío y mucho más cuando alguien está al borde de llamar llorando a su mama. Acabé dándole de comer pasada la media noche y descubriendo que pasaba cuando ponías el piñón más pequeño... Que se salía la cadena.
Tuvimos que parar tres veces a poner la cadena en su sitio. Cada pequeña rampa que se cruzaba en mi camino era como subir el Mortirolo o el Angliru, jodido de cojones. Nadie ha sido capaz de ir sobre una bici tan despacio, durante tiempo y no caerse. Caminando me habríais adelantado y así, en estas condiciones fue como llegué al puente de La Cañada, donde con una sucia maniobra por la que apunto estuve de refrescarme en el río, habría de rebasarme el que en un principio pensé era un niño, y habría, sin embargo, de convertirse en mi némesis.
Ahí lo vi partir, dejandome atrás, tan altivo, tan orgullosos de si mismo, pavoneándose con su bicicleta liliputiense. Un enano me había, casi literalmente, pasado por encima. Ahora, fríamente, asentado en la comodidad de saberme mejor que entonces, me sonrío al recordarlo, pero en ese momento mi actual condescendencia se convertía en hiel en los labios. La humillación sufrida no tenía parangón.

¿no os dá un poco de miedo?

Saqué fuerzas de donde no las tenía para lavar mi imagen. El enano pedaleaba como un demonio y me costó una vida coger su rueda, a todo esto Sister y Edison habían desaparecido en la distancia. Mi rostro debía ser un poema, cubierto de sudor y en una mueca constante de esfuerzo extremo. Sin embargo, de vez en cuando, un grupo de amantes de la hípica se cruzaba en mi camino trotando, con esos simpáticos saltitos que todos los jinetes pegan sobre la grupa de sus caballos. Es muy excitante ver a una joven y atractiva amazona dando furiosos golpes de cadera contra su silla de montar. En esas ocasiones, recomponía todo lo posible mi maltrecha figura y ofreciendo mi mejor perfil, sonreía y saludaba inclinando levemente la cabeza, todo un caballero.
Al enano lo dejé atrás en una pendiente a un par de kilómetros de donde me pasó. Fue una derrota efímera, breve, casi tan pequeña como quién me la inflingió, pero el recuerdo de esa humillación aún perdura y cuando las fuerzas flaquean, aún hoy, miro hacia atrás temiendo que el enano esté al acecho. De hecho, el temor a que me alcanzase de nuevo fue lo que me ayudó a no desfallecer.

Volví a ver a mis compañeros de viaje sentados en animada conversación, bajo la tupida sombra de un chopo centenario. Sus bicis en el suelo eran el marco perfecto para el fantástico día de diversión campestre que me habían prometido. Pasé de largo, ni los miré, estaba cegado por el deseo de llegar a casa de una puta vez... Además, secretamente, temía que el punto negro que veía a lo lejos por la retaguardia fuese el enano siguiendo mi rastro.
"¿Donde estabas tío?" me preguntaron, "Me paré a mear", mentí. "Pues si que has tardado", "me meaba mucho"...
Desde aquí me llevaron, casi a empujones, en una doliente peregrinación. Calambres en las piernas, dificultad respiratoria, manos llagadas y culo roto fueron el triste balance de los daños. Tan solo me quedó, en tan aciaga jornada, la satisfacción de ganarles el último esprint. Cuando vi que Nur me llamaba al móvil, esprinté como alma que lleva el diablo, cuando llegué a casa me acordé... No me había despedido.

Edison...
Sister...

¡Hasta luego!

11 comentarios:

TROY MCCLURE dijo...

jajajajaja, ostia qué risa.
¿quién te dejó esa bici?

Todos tenemos un enano en nuestra vida que nos hace superarnos y no mirar atrás.

bendecida dijo...

Un saludo desde punta cana d parte del presi y de la primera dama. Os dejo q se me calienta el mojito. Os echamos d menos. Un abrazazo.

ALUD ROMERA dijo...

Joder, menudo fiestón se estarán pegando que escriben a las 3 de la mañana, jajaja.

A vosotros también se os echa en falta, sobretodo el viernes.

Un abrazo...

daaxe dijo...

Jajaja!

Lo del repugnante esputo sangrante me ha hecho retorcerme de risa ¿es un poco de mala persona, no?

Joder, espero que el enano lea esto y te reconozca como aquel gigantón rojizo y sudoroso montado en una ridícula bicicleta amarilla de antes de la guerra al que hizo sacar el hígado por la boca una apacible mañana de sábado.

ALUD ROMERA dijo...

Yo en cambio espero que no pueda leerlo, así no tendré que enfrentarme de nuevo a tan aciago episodio y podré recordarlo relajadamente recostado en mi butaca de cuero, abrigado con mi batamanta...

Es más, espero no volver a cruzarme con un enano en mi vida...

¿Lo del esputo? yo creo que se trata de un ardid de inteligencia mayúscula, a la salvaguarda de mi persona me cuesta considerarlo un acto "malo". En todo caso lo malo fue estar rozandome la herida con la lengua durante semanas... Ya sabes lo quisquillosa que es la boca con todo lo que antes no estaba allí, tiene que sobetearlo, palparlo, rozarlo y estrujarlo hasta lo asimila...

La bici me la dejó mi hermano y, agarrate, él llevaba otra igual, pero con cuernos... Flipante ¿verdad?

daaxe dijo...

Je,je, no si lo de la maldad iba por reirme desaforadamente de tu indiscutible desgracia, no por tu automutilación :D

Lo de que Edison llevara la misma bici lo convierte todo en una tragedia mayor, si cabe.

little caesar dijo...

Ya he vuelto, con problemas en el pc pero aquí estoy.

Alud, tú y tu bigote no estáis hechos para el deporte, es un hecho.

edison dijo...

porque no cuentas la ruta de "la vergüenza" y la ruta "del equilibrio" esta ultima fue el mismo día descenso a los infiernos y subida a los cielos . Si no te acuerdas fue la que te se quito la gana hasta de almorzar y eso me asusto y mucho

TROY MCCLURE dijo...

¿por qué no cuentas el día en el que no pudiste bañarte porque había un tipo que te esperaba en la orilla de la playa para casi-ahogarte?

edison dijo...

como podeis comprobar se quedo en casi

ALUD ROMERA dijo...

Aún tengo pesadillas con eso y creo que mi animadversión a la playa proviene de ahí...

Quizá lo cuente, pero no prometo nada, vaya a ser que me lo tiren a la cara como a Robert :P