DARK DUSK. 16

El avión, un Tupolev Tu-154 recién estrenado, había salido del aeropuerto de Moscú, con destino a Corea del Norte, hacía escasamente 20 minutos, en su interior, entre los 65 pasajeros que viajaban cómodamente sentados, dos figuras destacaban sobremanera, primero, porque, pese a la cantidad de asientos vacíos, se encontraban instalados al final del aparato, claramente situados para no ser molestados, y segundo, porque, aparte de los trajes de firma con los que iban vestidos, los relojes caros que llevaban en sus respectivas muñecas y la botella de vodka que ya andaba por menos de la mitad, todo el pasaje sabía que era muy extraño encontrarse a dos americanos sobrevolando suelo soviético en pleno 1987.

- ¿Sabes Marcus? ¿Sabes lo que voy a hacer cuando termine toda ésta mierda?
- Dime Matt, ¿a quién te vas a follar ésta vez?
- No se trata de eso, capullo, lo que más me apetece en este puto momento es comerme una gran hamburguesa de McDonalds, un jodido cuarto de libra con queso, rebosante de mostaza
- ¿Coca Cola y patatas?
- Joder, claro, y batido, el set completo, tío
- Ya, añorando estar en casa, eh?
- Ya te digo, joder.

Era evidente que tanto Marcus como Matt estaban de buen humor, el plan estaba saliendo según lo planeado, faltaba muy poco para terminar, un par de semanas, quizá; habían recogido el paquete en Sviblovo y habían llegado a Otradnoye sin más sobresaltos que un par de controles policiales resueltos con cigarrillos americanos y un par de cajas de bourbon, estaba claro que en aquellos pueblos de mala muerte estaban un poco hasta la polla de trabajar para el estado en equipo y todas esas mierdas comunistas.
Ahora sólo faltaba llegar a Corea, contactar con Claire, entregar el bulto y volver a casa, y a excepción de éste último punto, el resto parecía coser y cantar, aunque sabían de sobra que los norcoreanos no eran como los rusos.

- Dime Matt, ¿qué piensas hacer con toda esa pasta?
- Acaso lo dudas, Wall Street tío, ahí está la pasta de verdad.
De repente Marcus se puso serio, había algo que lo incomodaba detrás de toda esa fachada de tranquilidad y chistes jocosos.

- ¿Crees que lo conseguiremos?
- No tengo ninguna duda.
- ¿Sabes que estamos solos en esto? ¿sabes que si pasara algo nadie respondería por nosotros?
- Lo se, hemos sido adiestrados para esto.
- No se tío, que todo vaya tan bien me preocupa, esto no es normal.
- De momento los rusos se han portado, están cumpliendo la parte del plan, pero a partir de aquí las cosas pueden ponerse muy jodidas.


A esa misma hora, en el otro punto del planeta, Ignatius, guardaespaldas y hombre para todo de James A. Cougar salió de la ducha, se miró al espejo y golpeó su dura cabeza contra el frío cristal hasta hacerlo añicos.
Algún día esperaba contar a sus futuros hijos como había acabado trabajando para la KGB en los últimos días de la guerra fría, si es que salía con vida de toda aquel infierno en el que se había metido sin comerlo no beberlo.