viernes, 5 de febrero de 2010

DARK DUSK, CAPÍTULO 24

PULITZER

“Robert Thompson, Reportero Freelance. 5559348”. Eso era todo lo que figuraba en la tarjeta que había colocado cuidadosamente sobre la mesa, junto a la botella de Stolichnaya. La miraba fijamente mientras pensaba en como había cambiado mi vida en solo 48 horas. Hacía solo dos noches estaba celebrando lo que iba a ser mi primer Pulitzer, y aquí estaba ahora, sentado solo en la mesa más oscura de un bar de mala muerte de Russian Hill, completamente cagado de miedo.

Llevaba semanas trabajando duro en el caso. Mucho más, de hecho, aunque antes de que McCoist acudiera a mi ofreciéndome pruebas tangibles, había sido casi como un hobby. Nadie estaba dispuesto a dar testimonio, no había documentos, ni cuentas corrientes, ni fotos comprometedoras. La corrupción campaba a sus anchas por Oakland pero hasta entonces solo coleccionaba rumores.

El viernes pasado por fin había reunido todo lo necesario para desatar la tormenta de mierda. Al me entregó los documentos definitivos en su despacho del Stork, antes del concierto. Iba a ser un bombazo. Había que celebrarlo, así que deje allí a la zorrita de la semana, Nikki, que me había acompañado para reclutar participantes y me largué a casa para preparar la fiesta con Ava. Una noche gloriosa.


Pero el sábado a primera hora sonó el teléfono y todo se torció. Me avisaron de que acababan de encontrar a McCoist flotando boca abajo. Cuando llegué a la bahía ya se lo habían llevado a la morgue, pero los detectives que llevaban el caso, Foley y Ratzinger, explicaron a la prensa muy gráficamente como le habían volado la cara al pobre cabrón. Aunque nunca había tratado con ellos, había oído hablar de ambos, y me sorprendió que ahora fueran compañeros. Foley era un poli duro pero honrado, mientras que del otro solo sabía que estaba pringado hasta las cejas.

El caso es que la muerte de McCoist me alarmó, claro, pero el tío estaba metido en toda clase de líos, así que era bastante posible que no tuviera nada que ver con mi caso. Tenía que asegurarme. Ninguno de mis confidentes sabía nada, así que esa tarde me aposté en una azotea frente al Stork desde la que podía observar las dos puertas. Era el último sitio donde se le había visto vivo, que yo supiera, y pensé que no perdía nada probando con esa chorrada de que el asesino siempre vuelve a la escena del crimen. El caso es que pronto empezó a llegar gente.

Los primeros en entrar fueron Duck y Mike. Los conocí en la fiesta de la noche anterior, dos tipos geniales. Aparcaron su furgoneta en el callejón, junto a la puerta trasera y entraron, charlando animadamente. Poco después llegaron los otros tipos de Dark Dusk, el cantante y el batería, en un Cadillac Cimarron conducido por una mujer que se quedó esperando en el callejón con el motor en marcha. Entonces empezaron las sorpresas.


Un tipo vestido totalmente de negro salió de la nada y se encaró con la chica, entre susurros pero con grandes aspavientos, que se bajó del coche y se puso a discutir con él. Mientras tanto se iba formando ya una pequeña cola frente a la puerta principal, entre la que reconocí nada menos que a Ratzinger, que parecía bastante nervioso, acompañado de una joven negra.

Entonces fue cuando llegaron Pet y Bob, un par de delincuentes de poca monta de la ciudad; dejaron su Buick en la entrada del callejón y se acercaron a pie. La chica los reconoció y se acercó a ellos. No se que les dijo, pero Pet suspiró aliviado. De repente se abrió la puerta de nuevo y salió todo el grupo, riendo y bromeando. Todos parecían relajados menos el hispano, que iba cargado con una mochila que no llevaba al entrar. Al verle, el tipo de negro se puso como loco y sacó un arma. La chica saltó sobre él justo cuando disparaba, haciéndole fallar y dando tiempo a los de Dark Dusk para volver a entrar en el club a toda prisa.

El tipo se revolvió furioso hacia la chica, apuntándole, pero recibe un disparo de Pet en el costado que casi le tumba. Al verse acorralado, el cabrón saltó al interior del Cadillac y salió del callejón marcha atrás, haciendo que Pet y Bob, que seguían disparándole, tuvieran que saltar para esquivarlo. La chica les gritó algo mientras entraba al local, pero para entonces ellos ya estaban subiendo a su coche y saliendo en persecución del otro.

Con el tiroteo, la cola se dispersó. La mayoría huían, pero unos cuantos acudieron al callejón, entre ellos Ratzinger, con su chica agarrada a él, asustada. En vez de sacar su placa y contener a la gente, dio media vuelta, entró con ella en su Mustang y se largó dirección Harbor. Mientras, los Dark Dusk y la chica salieron por la puerta principal y se mezclaron con la gente que huía.

Aunque me quedé allí escondido un buen rato más, no apareció la policía. Al cabo decidí bajar a investigar de cerca, y justo cuando pasaba por delante de la puerta principal, un empleado colgó el cartel de cerrado y salió a toda prisa, entre las protestas de la gente que estaba de nuevo formando cola. Entré en el callejón y forcé la puerta trasera, que ahora estaba cerrada con llave, entrando justo en el momento en que oía el motor de un coche que llegaba. Desde dentro observé por la mirilla. Era Ratzinger de nuevo, esta vez solo. Ya no estaba nervioso, todo lo contrario; parecía relajado, incluso divertido. Recogió todos los casquillos de bala y limpió la sangre con un trapo, con prisas pero concienzudamente, y cuando se dio por satisfecho se marchó tan tranquilo. El despacho de McCoist, que solía estar sucio y desordenado, lucía impoluto, y los archivadores estaban vacíos. En el escenario estaba la batería del grupo, con los bombos donde estaba dibujado el logo rajados. Dentro había unos compartimentos para guardar algo, también vacíos. Supongo que eso explicaba lo de la mochila del batería.


De madrugada fui a fisgar en el entierro de McCoist. Había muchos peces gordos, por supuesto, la mayoría implicados en unas mierdas u otras, según los documentos que me fue pasando Al. Allí estaban el alcalde, el capitán de policía Cabrera, el fiscal del distrito y algunos millonarios con intereses de todo tipo, desde estrellas deportivas como Ken “The Snake” Stabler hasta genios de Silicon Valley como el tipo ese de Apple. Pero sobre todos destacaba James A. Cougar, que junto a su guardaespaldas caminó lentamente por delante de todos ellos, como si pasara revista. Tras el oficio, cuando todos ya se marchaban, habló a solas a Stabler, que asentía repetidamente, y se marchó en su limusina. Acto seguido Stabler buscó a Cabrera y le habló airadamente, levantando la mano con aire amenazador. Este, amedrentado, se largó después en su coche oficial.

Una de mis fuentes de Harbor me informó al mediodía de que había una posible testigo del asesinato, una puta llamada Caroline que solía trabajar en un club cerca de Harbor. Sin embargo, no pude hablar con ella. He llegado justo a tiempo para ver como la sacaba esposada Foley, con Ratzinger siguiéndole malhumorado, aunque al verme el cabrón me ha lanzado un guiño que me ha dejado helado. Una de las chicas me contó luego, por su tarifa habitual, que la propia Caroline se lanzó en brazos de Foley al saber que Ratzinger estaba también allí. Al parecer temía que fuera a matarla. Decidí que la cosa se estaba poniendo fea y por la tarde llamé a Foley y le puse el caso en bandeja. Menudo error, joder.

Pero mi mayor cagada aún estaba por llegar. Esta noche, hace unas horas, estaba tan nervioso que decidí visitar a Foley en su casa. Desde la puerta he escuchado ruidos extraños, así que en vez de llamar he pensado dar la vuelta a la casa y mirar por la ventana, justo a tiempo para ver a ese hijo de puta de Ratzinger cosiendo a tiros a su compañero, con el cadáver decapitado de la señora Foley colocado sobre la mesa. Mierda, no he podido contener un grito, y el cabrón se ha girado, me ha mirado directamente con sus ojos de loco y ha apretado el gatillo, babeando de la emoción. Click. Descargada. He salido corriendo tan rápido como he podido, mientras escuchaba las carcajadas de ese demente.

Así que con ese asesino detrás mio y convencido de que no puedo volver a confiar en la poli, he decidido jugar el único as que tengo en la manga: vender mi silencio a cambio de protección.

- ¿Rob?
- Si, si. Siéntese, por favor. ¿Vodka?
- Hasta arriba - respondió Ignatius -. Odio esta mierda, pero habrá que ir acostumbrándose.

9 comentarios:

ALUD ROMERA dijo...

¡Dios mio! ¡Es muy largo!
Pero pone las cosas en su sitio, el capitulo que necesitabamos... Ya seguiré comentando que Nur reclama mi presencia...

TROY MCCLURE dijo...

Necesito una segunda leida para asimilar bien el capítulo, pero parece que se has dado gracias a Rob un poco de solidez a toda esta historia. El giro de Ignatius es cojonudo

little caesar dijo...

Joder, que lío, ja ja ja.

Ken “The Snake” Stabler, otro personaje, ja ja ja.

Parece que trasladamos la acción a Rusia, mola...

little caesar dijo...

Por cierto, me encanta la gratituidad de la primera foto; gracias daaxe.

daaxe dijo...

Entiendo que ha salido largo, pero es que tenía muchas cosas que decir, jajaja!

De nada Little, todo por el público.

En cuanto a lo de irse a Rusia, no se. De momento informo de que Rusian Hills es un barrio de Sn Francisco :D

ALUD ROMERA dijo...

Ken Stabler no es la primera vez que aparece y si seguimos por este camino podría demandarnos, jejeje...

Parece que la mayor parte de la acción transcurre a las puertas de Stork, y como podemos ver el concierto, evidentemente, no se celebra. La preciosa morenita con la que iba Ratzinger era, si no me equivoco, Brenda London y el extraño cambio de comportamiento de JOJO nos deja entrever ¿otro asesinato o nerviosismo por la cercanía de su amor de juventud?

Rob ha demostrado ser un periodista de libro, metiendo sus narices por todos los rincones sin importarle lo más minimo la intimidad de las personas, de ahí que en lugar de llamar a la puerta, mire por las ventanas, le está bien empleado que le apuntén con un arma...

El siguiente es Troy, tiene un montón de puertas abiertas con este capítulo, ¿qué camino seguirá?

Robert Parr dijo...

La escena del Stork me ha dejado bastante descolocado... Hasta ahora los personajes se habían comportado con muchísima discreción y ahora no solo se reunen en público si no que se lían a tiros en plena calle.
Tampoco me queda claro el incidente entre los limpia y el sicario. Esta claro que Quentin pretendía cargarse a Julian pero me resulta extraño que Pet y Bob lo persigan por defender a Cath...
Igual es que mi cerebro no asimila tanta información en un solo capítulo.

daaxe dijo...

Te entiendo, Robert. Yo me he sentido tan descolocado como tú o más después de la lectura de muchos capítulos ;)

En cuanto a lo del Stork, Rob solo cuenta lo que vió, aunque no conoce las razones que llevaron a estos sucesos. A mi no me da la impresión de que haya sido una reunión deliberada, si no que más bien todos tenían unos u otros intereses en acudir allí esa tarde.

Por otro lado, por como se desata el tiroteo, creo que Meyers lo ve como su última oportunidad de cargarse a JD después de la discusión con Cathy, y está claro que la relación de Pet y Bob con Cath es muy estrecha, tanto que puede revocar la orden de asesinato con solo unas palabras, así que no me resulta extraño que esa devoción lleve a unos tios de acción como ellos a salir cagando ostias tras quien ha pretendido cargarsela.

De todas formas, me encantaría ver más de cerca el incidente, escuchar lo que dicen, etc. Quizá así se aclarara todo.

Robert Parr dijo...

Joer, es cierto, no me había fijado... ese concierto había despertado demasiada expectación!
De hecho, visto así, y según las palabras de Cath, hasta la muerte de McCoist está relacionada con el concierto o, en su caso, con la cancelación de este