LA COLILLA EN PELIGRO DE EXTINCIÓN

Hace unos días, creo que el jueves, publicaban en el periódico El País, un gráfico en el que se podía ver claramente, como el ahorro de las familias, había caído en picado desde la década de los ochenta, coincidiendo con el boom económico. Esta cultura del “no ahorro” se ha mantenido durante décadas, hasta que en 2008 la tendencia cambió. En ese momento las familias (¿qué coño ha hecho que odie esta palabra?) iniciaron un ligero aumento en el ahorro, en el mismo instante en el que la economía mundial se desplomaba (que casualidad).

En estos momentos, el espíritu del ahorro está en al calle y cada uno ahorra como puede. Ahora es habitual ver a la gente comiendo de la fiambrera, compartiendo coche o chupa chups. Pero el modo de ahorrar que a mí más me ha llamado la atención, es el del tabaco.

Nosotros preferimos ahorrar en ropa

Se acabaron los años de derroche y despilfarro, cuando alguien se encendía un cigarro, le daba dos fuertes caladas y lo arrojaba despreocupadamente al suelo, aún estando prácticamente entero. Algunos apagaban la colilla con el pie (fumador bombero), y otros la dejaban a su suerte (caso típico del fumador pirómano). Echo de menos esta clase de colillas tan estéticamente perfectas, casi vírgenes, como una monja que nunca ha hecho el amor, pero guarda una polla de goma en el cajón de la mesita, “casi virgen”. Estas colillas antaño tan numerosas están ahora en peligro de extinción.

La Colilla Española, estéticamente perfecta. La colilla "casi virgen"

El tabaco siempre ha sido un artículo de lujo, por lo menos, desde que yo recuerdo, mi padre siempre se quejaba de su precio abusivo. El fumador alardeaba de su vicio mostrándote el paquete y ofreciéndote un “pitillo” aún a sabiendas de que no compartías su afán por quemar hierba, o al menos, ese tipo de hierba. Y es que es cierto que el echo de fumar resulta estéticamente atractivo, fijaos sino, en todo esos iconos del celuloide y lo bien que les quedaba un cigarro en los labios...

Yo no fumo, son exigencias del guión

En los últimos meses me han preguntado si fumaba más que en el resto de mi vida, y os aseguro que no tenían una cajetilla en la mano para darme en caso afirmativo. Odio tener que admitir que la colilla consumida íntegramente, la apurada hasta el límite, se está adueñando de nuestro ecosistema. Como si de un cangrejo americano o una vulgar cucaracha roja se tratase, ha expulsado a la tan española colilla de la despreocupación y del ¿qué más da?, que tanto pega con nuestro carácter. Así que desde aquí hago un llamamiento a todos los fumadores. No permitáis que os alcance la fiebre ahorradora, ahorrad en otras cosas, follad a pelo, no paguéis el impuesto de circulación, robad cosas en el mercadona, pero no dejéis que una sola colilla más se consuma hasta quemar el filtro, si hasta huele mal...

¿No notas como apesta?