DARK DUSK: CAPITULO 3

CATHY
Me desperté de noche y estaba apunto de largarme cuando le oí levantarse, se fue al baño tosiendo, y casi vomito cuando se arrancó un gargajo, ¡Oh Dios que asco! Me hice la dormida, no quería correr el riesgo de que me besase si me veía despierta.

Aún no había pasado media hora cuando ya estaba roncando, así que me puse en pie, recojí todas mis cosas y de paso, llené el bolso con algunos psicotrópicos sobrantes de nuestra fiesta privada.

Antes de irme le pegué una última mirada. Dormía plácidamente, ahora no me habría importado besarle, la verdad, es que estaba terriblemente atractivo y vaya culo tenía el hijo puta.

Salí sin zapatos, para no hacer ruido, cerré la puerta tras de mi y me fui pitando. Ya en el ascensor me calcé y me lamentaba en silencio por haberme ido sin duchar, seguro que se habría despertado y no me gustan las despedidas, aunque supongo que ya lo sabría a estas alturas, al fin y al cabo no era la primera vez que pegábamos un polvo.

En la calle un calor sofocante me golpeó, y eso que apenas despuntaba el día, poco importaba ya mi aseo personal, el resultado habría sido el mismo, una mujer empapada en sudor.

Llamé a un taxi, no sin antes patearme cuatro calles hasta una avenida principal, y es que el hotel en el que habíamos pasado la noche, no era precisamente un cinco estrellas. Me sonreí al recordarlo.

Le indiqué al taxista la dirección y me recosté ligeramente contra la ventanilla, medio adormecida veía los coches pasar, algunos aún con las luces encendidas. Me encanta ese momento, cuando la ciudad no sabe si está despierta o dormida y el vaivén del trafico me acuna, aunque mantenga los ojos abiertos tengo la sensación de estar volando, y más, después de todo lo que nos metimos tras el concierto.

Mientras estábamos parados en un semáforo vi una cafetería en la esquina. Decidí bajarme, le dí veinte dolares al taxista y esperé pacientemente el cambio, cosa que al chófer no debió gustarle porque me devolvió todo en moneda pequeña, pero como todavía estaba colocada no me importó y me dio la risa.

Aún estaba riendo cuando entré en la Peet´s coffe & Tea, en la avenida Lake shore, los pocos parroquianos que se desayunaban a esas horas me miraron extrañados, me serené y tomé asiento.

Café, huevos revueltos y salchichas, sin “beans”, no soporto las “beans”, me dan gases y tampoco desayuno nunca con tortitas, soy más de salado. Mientras esperaba el “breakfast” observé la pequeña televisión que tenían en una esquina, salía Reagan chocando la mano a Gorbachov. Estos cabrones acabarán matándonos a todos, pensé.

-¿Pero qué coño dice esta zorra? ¡cuéntanos lo que pasó y dejate de gilipolleces!

-Tranquilo agente Ratzinger, deje que la testigo lo haga a su ritmo.

-Pero inspector Axel Foley, esta puta solo quiere confundirnos, he visto miles como ella en Harbor avenue, vendiendo su culo por cinco pavos..

-¿queréis saber lo que pasó? Pues entonces tengo que empezar por el principio.

Tras decir esto, Cathy miró fijamente al agente Ratzinger, y sin articular sonido alguno, dibujó una palabra en sus labios. No había que ser muy listo para saber lo que Cathy le había dicho.

“HIJO DE PUTA”.