MASTER OF PUPPETS
Cougar tenía muchos defectos y era plenamente consciente de ello; era un egoísta, manipulador, iracundo, adulador, mentiroso, tramposo y despreciable cobarde, sin duda, pero el mayor de todos sus defectos, el que agravaba todos los demás, era que estaba loco de atar.
Cougar tenía muchos defectos y era plenamente consciente de ello; era un egoísta, manipulador, iracundo, adulador, mentiroso, tramposo y despreciable cobarde, sin duda, pero el mayor de todos sus defectos, el que agravaba todos los demás, era que estaba loco de atar.
No era la suya una locura que se apoderara de él y le hiciera hacer cosas que no deseaba, si no más bien era de esa clase que le empujaba hacia donde en realidad quería ir aunque no se atreviera. Es por ello que si bien, como digo, Cougar sabía perfectamente que estaba loco, eso no le importaba lo más mínimo.
A lo largo de su vida siempre había reconocido a otros como él a primera vista, desde simples brutos con problemas de autocontrol a auténticos sádicos con aspecto afable a los que sus vecinos invitaban a barbacoas, gente con la que era peligroso relacionarse porque nunca sabías por donde podían explotar. Siempre que podía evitaba el contacto directo con esos tarados, pero procuraba mover los hilos para ir situándolos en puestos estratégicos con la morbosa esperanza de que cuando saltaran e hicieran pedazos lo que tuvieran alrededor, cosa que hacían tarde o temprano, fuera él quien resultara beneficiado, o al menos le proporcionaran un jugoso espectáculo.
Y eso mismo es lo que había sucedido hacía solo unas horas en el caso de uno de sus más prometedores psicópatas, el subinspector Joseph K. Ratzinger.
Se había fijado en él hacía tan solo unos años mientras vagaba por la bahía después de un partido; el chico caminaba con las manos en los bolsillos de su gabardina mientras escuchaba un walkman, ajeno al festivo ambiente que le rodeaba. Llevaba el pelo largo y violeta y rimel del mismo color en los ojos, lo que junto con su semblante triste, casi lloroso, le convertía en un objetivo fácil para cualquier grupo de borrachos con ganas de bronca que se fijara en él. Cougar se decidió a seguirlo, con la esperanza de disfrutar del espectáculo cuando alguien le machacara el cráneo, y quien sabe, fichar así algún nuevo energúmeno a su red de influencia. En todo caso, la noche prometía.
Sin embargo, lo que contemplo cuando por fin el típico grupo de descerebrados con camisetas de los Raiders se cruzó por delante le dejó completamente descolocado. Y maravillado.
Hay que aclarar que el ambiente por entonces, tras la marcha de los Raiders a Los Angeles en el mejor momento de su historia, estaba muy caldeado entre los hinchas. Veían como su equipo ganaba, si, pero se sentían frustrados porque esas victorias iban a parar a los odiados angelinos, esa ciudad de ricachos y modernillos, y se les privaba así de poder restregarles a los fans de los 49rs sus triunfos. Así que ver a un chico delgaducho con pinta de nenaza pasar junto a ellos canturreando una versión ligeramente modificada de un tema de "The Doors" era más de lo que aquellos tipos podían soportar.
- ..."Raiders are scum"...
Cougar observó como el más bajito del grupo señalaba al chico mientras gritaba algo a sus amigos, y como el cazador avezado que era se buscó un buen lugar para observar discretamente la paliza. Pronto, cinco tipos salieron al paso del chico, le acorralaron y le empujaron al callejón de servicio, increpándolo y amenazándolo mientras se acababan sus cervezas. El chico levantó la cabeza, se colocó los auriculares en el cuello y les sonrió. Primero le lanzaron una botella, y aunque la esquivó fácilmente, el bajito llegó hasta él y le atizó un puñetazo en el estómago que le hizo doblarse mientras el resto le rodeaban riéndose y lanzándole patadas y empujones. En el momento que el chico se incorporó ya sostenía la navaja en su mano.
- ..."There's a killer on the road"...
El primer tajo fue para el brazo de un tipo gordo que intentó sujetarlo, que se quedó mirando manar la sangre con cara de no creerse que estaba sucediendo. El bajito fue el siguiente, la navaja entró y salió dos veces rápidamente por encima de la clavícula hacia abajo, y el tipo cayó fulminado. Los otros tres estaban paralizados como conejitos asustados, lo que facilitó la tarea al chico. Saltó sobre el más grande y lo hizo caer con un golpe de rodilla en el pecho, mientras que su navaja buscaba la cara del tipo de la derecha, dejándole una bonita segunda boca en la mejilla. El último por fin reaccionó y salió huyendo, gritando como una niñita, y los dos que quedaban de pie no dudaron en seguirle mientras que el chico se ensañaba pateando al grandullón en la cabeza. Lo que acabó de convencer a Cougar de que había encontrado oro es que el chico no había dejado de cantar en ningún momento.
-..."His brain is squirmin' like a toad"...
Lo que ocurrió después fue rápido; Cougar gritó que había llamado a la poli para ahuyentarlo y se las ingenió para seguirlo sin ser visto hasta su casa, un adosado en la periferia. Una vez lo tenía localizado, no tardó en mover los hilos para meterle en la cabeza la idea de que la mejor manera de salir impune cuando diera rienda suelta a sus instintos era convertirse en policía, para después hacerlo caer bajo la influencia de Cabrera, un oficial corrupto especialmente desagradable que tenía en el bolsillo desde que llegó de Cuba. Que el chico fuera medio maricón también ayudó, claro. Por otro lado, su frustración evidente por no poder tirarse a una amiguita del instituto de la que estaba colgado le sirvió para orientar sus instintos asesinos hacia unas víctimas más fáciles de ignorar por el sistema, las putas callejeras, de las que Oakland estaba bien servida.
Así que Cougar aquella mañana del 20 de julio rememoró todo esto con deleite tras leer la noticia, dejo sobre su escritorio la primera edición aún caliente del "Oakland Tribune", bajó el volumen de su tocadiscos hasta dejar casi inaudible el último álbum de Metallica con el que tanto se identificaba, se reclinó en su sillón, satisfecho, gozando solo de pensar en lo que vendría después, esperó unos segundos hasta estar seguro de que aguantaría las ganas de reir y finalmente levantó el teléfono para despertar al imbécil de Cabrera.
La función acababa de empezar.
Se había fijado en él hacía tan solo unos años mientras vagaba por la bahía después de un partido; el chico caminaba con las manos en los bolsillos de su gabardina mientras escuchaba un walkman, ajeno al festivo ambiente que le rodeaba. Llevaba el pelo largo y violeta y rimel del mismo color en los ojos, lo que junto con su semblante triste, casi lloroso, le convertía en un objetivo fácil para cualquier grupo de borrachos con ganas de bronca que se fijara en él. Cougar se decidió a seguirlo, con la esperanza de disfrutar del espectáculo cuando alguien le machacara el cráneo, y quien sabe, fichar así algún nuevo energúmeno a su red de influencia. En todo caso, la noche prometía.
Sin embargo, lo que contemplo cuando por fin el típico grupo de descerebrados con camisetas de los Raiders se cruzó por delante le dejó completamente descolocado. Y maravillado.
Hay que aclarar que el ambiente por entonces, tras la marcha de los Raiders a Los Angeles en el mejor momento de su historia, estaba muy caldeado entre los hinchas. Veían como su equipo ganaba, si, pero se sentían frustrados porque esas victorias iban a parar a los odiados angelinos, esa ciudad de ricachos y modernillos, y se les privaba así de poder restregarles a los fans de los 49rs sus triunfos. Así que ver a un chico delgaducho con pinta de nenaza pasar junto a ellos canturreando una versión ligeramente modificada de un tema de "The Doors" era más de lo que aquellos tipos podían soportar.
- ..."Raiders are scum"...
Cougar observó como el más bajito del grupo señalaba al chico mientras gritaba algo a sus amigos, y como el cazador avezado que era se buscó un buen lugar para observar discretamente la paliza. Pronto, cinco tipos salieron al paso del chico, le acorralaron y le empujaron al callejón de servicio, increpándolo y amenazándolo mientras se acababan sus cervezas. El chico levantó la cabeza, se colocó los auriculares en el cuello y les sonrió. Primero le lanzaron una botella, y aunque la esquivó fácilmente, el bajito llegó hasta él y le atizó un puñetazo en el estómago que le hizo doblarse mientras el resto le rodeaban riéndose y lanzándole patadas y empujones. En el momento que el chico se incorporó ya sostenía la navaja en su mano.
- ..."There's a killer on the road"...
El primer tajo fue para el brazo de un tipo gordo que intentó sujetarlo, que se quedó mirando manar la sangre con cara de no creerse que estaba sucediendo. El bajito fue el siguiente, la navaja entró y salió dos veces rápidamente por encima de la clavícula hacia abajo, y el tipo cayó fulminado. Los otros tres estaban paralizados como conejitos asustados, lo que facilitó la tarea al chico. Saltó sobre el más grande y lo hizo caer con un golpe de rodilla en el pecho, mientras que su navaja buscaba la cara del tipo de la derecha, dejándole una bonita segunda boca en la mejilla. El último por fin reaccionó y salió huyendo, gritando como una niñita, y los dos que quedaban de pie no dudaron en seguirle mientras que el chico se ensañaba pateando al grandullón en la cabeza. Lo que acabó de convencer a Cougar de que había encontrado oro es que el chico no había dejado de cantar en ningún momento.
-..."His brain is squirmin' like a toad"...
Lo que ocurrió después fue rápido; Cougar gritó que había llamado a la poli para ahuyentarlo y se las ingenió para seguirlo sin ser visto hasta su casa, un adosado en la periferia. Una vez lo tenía localizado, no tardó en mover los hilos para meterle en la cabeza la idea de que la mejor manera de salir impune cuando diera rienda suelta a sus instintos era convertirse en policía, para después hacerlo caer bajo la influencia de Cabrera, un oficial corrupto especialmente desagradable que tenía en el bolsillo desde que llegó de Cuba. Que el chico fuera medio maricón también ayudó, claro. Por otro lado, su frustración evidente por no poder tirarse a una amiguita del instituto de la que estaba colgado le sirvió para orientar sus instintos asesinos hacia unas víctimas más fáciles de ignorar por el sistema, las putas callejeras, de las que Oakland estaba bien servida.
Así que Cougar aquella mañana del 20 de julio rememoró todo esto con deleite tras leer la noticia, dejo sobre su escritorio la primera edición aún caliente del "Oakland Tribune", bajó el volumen de su tocadiscos hasta dejar casi inaudible el último álbum de Metallica con el que tanto se identificaba, se reclinó en su sillón, satisfecho, gozando solo de pensar en lo que vendría después, esperó unos segundos hasta estar seguro de que aguantaría las ganas de reir y finalmente levantó el teléfono para despertar al imbécil de Cabrera.
La función acababa de empezar.
4 comentarios:
Daaxe, en serio.
Uno de los mejores capítulos que he leído.
Me ha encantado la versión de Raiders on the storm, la referencia al Señor de las Marionetas, la escena violenta de mi personaje favorito Ratzinger, y lo bien encuadrado que está con el resto de la historia.
Me ha encantado, un 10.
Lo he disfrutado mucho
Muy bien!
Me ha gustado mucho. Seguimos profundizando en la historia y personalidad de algunos de los protagonistas.
Me alegro de que guste, por ahora 100% de criticas positivas ;)
Por cierto, cuando tenga un rato quiero actualizar la guía de personajes y la temporal y detallarlas más, a ver si conseguimos poner orden definitivamente y podemos encarrilar la historia de nuevo hacia alguna parte.
Por cierto, he modernizado el formato de la página de Dark Dusk, ya me diréis que os parece
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