-Números mágicos
-¿Números mágicos?
-Si, números mágicos.
-Dios mio, ¿pero de qué estás hablando?
-Los números sí que nos están hablando, tratan de decirnos algo.
-No te comprendo.
-¿Alguna vez has mirado el reloj y eran exactamente las once y once?
-No sé, seguramente ¿y qué?
-¿Qué te sugiere eso?¡Es un mensaje!
-¿Un mensaje?¿Estás borracho?
-En serio, ¿crees que es casualidad?
-Creo
que si son las once y once, faltan nueve minutos para que pase el
autobús, o hace exactamente cuarenta y un minutos que debería haber
terminado de almorzar, eso es lo que creo.
-¿Entonces
cuando miras la hora y son las veintitrés y treinta y dos, no te hace
pensar que tienes treinta y dos años y quizá los números te quieren
decir algo?
-¿y si tuviese treinta y seis?
-Te tropezarías incesantemente con el número treinta y seis, ¡Ah! y por cierto, no estoy borracho... Aunque he estado bebiendo.
-Lo suponía.
-¡Venga!
No seas estúpido. Piensa en la cantidad de veces que los números se
repiten en tu vida. Números extraños que se cuelan con total normalidad
en tu rutina diaria.
-A mi eso, no me pasa.
-¿Seguro?
-¿Por ejemplo?
-Por
ejemplo, todo. ¿No te has despertado en mitad de la noche y al mirar la
hora solo faltaban unos minutos para que saltase el despertador?
-Si, que putada...
-Ahí lo tienes.
-Absurdo. Todos los días, el despertador suena a la misma hora, mi cuerpo ya se ha habituado.
-Que cuerpo más listo, entonces, ¿nunca te has dormido?
-Nunca.
-¡Vamós!¿Ni siquiera los fines de semana?
-Bueno,
alguna vez, pero eso no quiere decir nada. Y los fines de semana, sé
que no tengo la necesidad de levantarme y por lo tanto, no lo hago.
-¿Y
por qué te levantas antes de que suene el despertador? Al fin y al cabo
se supone que te pones la alarma para no tener que preocuparte del
tiempo hasta que suene.
-Solo sucede a veces, la mayoría de los días me levanto con la alarma.
-Los números son mágicos y te avisan de algo.
-Son casualidades, ya te lo he dicho.
-Las casualidades no existen, en realidad se llaman serendipias y si te paras a pensarlo son de lo más inquietantes.
-¿Los números o las casualidades?
-Ambas
cosas, fíjate. La semana pasada me acosté, soñé con un viejo amigo,
Ramón. Me desperté de repente, inquieto, miré la hora, una jodida
costumbre que tengo, eran las doce y veintitrés.
-¡Dios mio! Apasionante, jajaja.
-Escucha.
Ramón cumple años el veintitrés de diciembre, y cuando me acosté, eran
exactamente las veintitrés y doce minutos. El reloj se había dado la
vuelta, y aunque solo había dormido durante una hora y once minutos, que
casualmente son tres unos, me sentía totalmente descansado, y habría
jurado, de no haber visto la hora, que había dormido toda la noche.
-Fascinante.
-¡No
te burles! Aún no he acabado. Ese día seguí durmiendo y a la mañana
siguiente vi a mi hermano Josemi. ¿A qué no sabes cuando es el
cumpleaños de mi hermano?
-Pues no, dímelo tú.
-El
veintitrés de diciembre, el mismo día que Ramón. Y encima, en el
momento que lo vi no caí en mirar el móvil, pero no estuvimos hablando
más de veinte minutos y cuando se fué, lo miré y eran las doce y
cuarenta. Casi seguro que lo vi a las doce y veintitrés. Que lástima no
haber mirado la hora entonces.
-Estás chalao.
-¡Hostia!
-¿Qué pasa?
-Mira la hora.
-La miro.
-¿Qué hora tienes tú?
-Las cuatro y dieciséis.
-Las dieciséis y dieciséis, la matrícula del coche de mi hermano, justo ahora que estamos hablando de él.
-Joder tío, los números no son nada, los inventamos nosotros.
-No,
nosotros los descubrimos, los números siempre han estado ahí, esperando
a que los comprendiésemos, por eso encajan y no te pueden engañar. Uno
más uno, siempre son dos, por eso son mágicos, porque a pesar de ser
inmutables, tratan de decirnos cosas y nos las dicen tan claramente que
no somos capaces de verlas más allá de su valor numérico. Los números
son mágicos.
-Estás definitiva y absolutamente loco.
-Cinco.
-¿Qué?
-Cinco.
-¿Cinco?
-¡Por el culo te la hinco!